
RUISEÑORES

Acerca de la escalada como experiencia estética
No escalas bien cuando lo ansías sino cuando sopla la inspiración sobre ti.
Siempre se ha considerado la escalada, también la deportiva, como un deporte. Un deporte disciplinado y sufrido. Quien más, quien menos ha escuchado expresiones como machacarse, hacer el máquina, reventarse mientras entrenaba en un rocódromo o se preparaba a pie de vía.
No sólo como un esforzado y disciplinado deporte sino también como una actividad estética, así podemos, y deseamos, experimentar la escalada. Actividad estética significa que desde el momento en que surge el deseo de ascender una ruta, a lo largo del tiempo que sea necesario para conseguir realizarla, en el momento de la realización y luego al recordar la experiencia, buscamos la belleza. ¿Quien no ha saboreado el gesto preciso que permite encadenar de una forma elegante lo que a primera vista parece un movimiento imposible de una ruta de escalada? Que ese gesto sea un acto creador total no se destaca lo suficiente en el mundillo de la escalada. Es el momento en que el dialogo interno, que repite las mismas pautas establecidas de movimiento, la misma mirada rutinaria que evalúa las presas y los agarres, se para. El momento en que se silencia esa cháchara interna, en que aparece la sabiduría innata del cuerpo haciendo posible lo que parecía imposible. La experiencia estética está en la creatividad del gesto, en el placer de moverse con elegancia, en la economía de fuerzas, en la respiración acompasada que permite evaluar con calma, en el placer de la precisión, en la sucesión rítmica de los movimientos. En fin, eso que nos "coloca" en el escenario de la pared, que convierte al escalador en un bailarín y a la escalada en una danza sobre el vacío.
En estos tiempos que corren necesitamos reivindicar la escalada -en todas sus modalidades- como una actividad que aporte paz, energía y belleza a la vida y no como un sumidero que produce frustaciones, lesiones y desgaste de la vitalidad. Debemos comprender a fondo lo siguiente: no escalas bien o mejor cuando lo ansías sino cuando sopla la inspiración sobre ti. Y esto ocurre cuando dejamos de aferrarnos al ego y nos dejamos llevar. Como al tocar un instrumento musical, escalar es leer e interpretar una partitura secreta y oculta en las arrugas y formas de la roca.
Hay toda un abanico de modos para acercarse a la roca, a subir la montaña. Modos de ascender. Para entendender esto nombraremos algunas de las principales modalidades que se practican: Alpinismo, escalada Clásica de paredes, escalada Deportiva (de paredes o de vías de un largo), escalada de Bloque, ascenso de vías Ferratas, Montañismo, Senderismo... Habrá quienes piensen que unas modalidades son superiores a otras si consideramos el esfuerzo físico y el entrenamiento necesario necesarios para practicarlas. Pero ahí acaba la clasificación puntuadora. Por mucho que queramos hacer objetiva la experiencia del escalador o montañero, por mucho que insistamos en hacer escalas de valores la realidad se encarga de mostrarnos que se trata de experiencias subjetivas. El esfuerzo o la voluntad de superación de alguien que realiza una vía ferrata en un rincón de nuestra geografía pueden ser tan inmensos en su subjetividad como una ascensión en solitario y sin oxígeno al Everest. Tanto en un caso como en el otro la aventura personal puede ser grande o pequeña. Depende de si esa experiencia nos lleva más allá de los límites que imaginamos tener o de si se queda en las inmediaciones de nuestra zona de confort. De ahí que todas las modalidades nombradas, y otras que no mencionamos por desconocerlas, merezcan nuestro respeto y apoyo. Sea alpinismo, sea recorrido de ferratas, o sea lo que sea, lo importante es la experiencia personal creadora, la experiencia estética, la experiencia de explorar nuestros límites imaginados... Dicho en términos políticos esto significa que la actividad física de base es tan importante, seguramente más, que el apoyo a la actividad de élite. Es evidente que la élite la forman unos pocos. El aspecto más importante de la élite es inspirarnos a todos, como las musas inspiran a los artistas, y no el protagonizar en exclusiva la película. No debemos olvidar nunca que cada ser humano es el protagonista de su propia, única e incomparable, película de superhéroes...
La escalada como actividad estética conlleva unos beneficios enormes. La mente se apacigua y se expande alcanzando una armonía con el movimiento. El cuerpo se afina, la precisión del gesto se transforma en un camino de introspección y la percepción del entorno natural se acrecienta. Sencillamente hablando nos proporciona bienestar. Por desgracia esto no tiene nada que ver con la actitud que muchas veces mantenemos al escalar. Pensamos en términos de "forzar". Forzar es una palabra muy significativa. Forzar o ejercer fuerza es un verbo cuyo acción emana del ego y recae en el cuerpo-mente del sujeto. Es obvio que hay un punto de violencia en "forzar" cuerpo y mente para realizar una vía o un movimiento. La mayoría de las lesiones se producen cuando mantenemos esa actitud al escalar o entrenar. Ni la mente, ni el cuerpo obedecen directamente al ego...
Por el contrario podemos poner la "intención" a trabajar, para mover la mente al estado adecuado. Una vez que la mente está afinada el cuerpo obedece sin esfuerzo ni duda. Pero ¿cómo poner la intención a trabajar? Cualquier práctica que nos lleve a un estado meditativo antes de iniciar una escalada es más eficaz que el mero hecho de obligarnos a una escalada forzando. Está bien documentado que muchos escaladores dedican parte de su entrenamiento a practicar yoga. El problema con el yoga es su carácter estático y la dificultad de ponerlo en práctica en las zonas de escalada, a pie de vía. Aunque los movimientos de tai-chi no están tan extendido entre los escaladores, al tratarse de una práctica meditativa a través del movimiento es más adaptable a la escalada que otras prácticas más estáticas. Su caracter informal, -no hace falta ni espacio, ni ropa, ni calzado específicos- permite practicarlo en cualquier sitio, incluso a pie de vía antes de iniciar la escalada, durante unos minutos. Ayuda a alcanzar el estado mental adecuado, justo antes de comenzar a escalar.